Eduardo Méndez es co-responsable del Laboratorio de Biomateriales de la Facultad de Ciencias. Junto con Santiago Botasini (asistente) y Andrés Ansin (ayudante) conforman un equipo dedicado al desarrollo de soluciones fácilmente utilizables y de bajo costo para la detección de plomo en superficies. Conversamos con Eduardo acerca de los proyectos de análisis descentralizado que lleva adelante el equipo.

 

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Eduardo Méndez y Andrés Ansín en el Laboratorio de Biomateriales, Facultad de Ciencias

 

 ¿Cómo empieza su trabajo en la construcción de sistemas de detección de plomo?

A partir de un episodio de contaminación por plomo en La Teja en 2000 y 2001, desde el equipo desarrollamos un estudio acerca de los recursos con los que contaba el país para realizar análisis de plomo. El resultado de nuestro diagnóstico fue que, ante la necesidad de controlar el plomo en Uruguay, se contaba únicamente con dos equipos, lo que hacía virtualmente imposible el seguimiento. Fue lo que denominamos “colapso analítico”. La necesidad de control de plomo implicaba medir en los niños y en los trabajadores, pero también en la tierra, en el aire, en las casas y en los lugares de trabajo. Era virtualmente imposible llevar adelante todas esas medidas con tan solo dos equipos.

Ante esta situación armamos una propuesta y la presentamos a la convocatoria de proyectos de inclusión social de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) para el diseño de una técnica electroquímica, mucho más barata que la técnica de absorción que se usaba hasta ese momento, con el objetivo de cortar con ese colapso analítico. El proyecto fue financiado y montamos la técnica, que por el límite de detección al que llegamos no alcanzó para medir plomo en sangre pero sí permitía medir plomo en otras matrices.

Después de eso vino un segundo proyecto, que presentamos a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) en su convocatoria de innovación inclusiva. La propuesta en esta etapa fue montar una metodología para medir plomo por un método rápido y luego analizar las muestras positivas con la técnica electroquímica diseñada en el primer proyecto. El método rápido, en que uno agrega una gota y aparece un color, ya existía como técnica oficial. Nosotros lo adaptamos a la realidad local para poder aplicarlo al análisis de superficies, paredes y puertas de casas, con el objetivo de abaratar los costos.

Se trabajó con el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) y la Intendencia de Montevideo (IM) para aplicar este protocolo de dos pasos en cincuenta casas de los barrios La Esperanza y Barros Blancos. Entonces visitamos cincuenta casas y analizamos con la técnica rápida en qué casas había plomo. Con las casas que nos daban negativo no se hacía nada más, y el costo era prácticamente nulo porque la técnica rápida es muy barata. Y con las casas que nos daban positivas o dudosas, traíamos las muestras al laboratorio y las analizábamos con la técnica electroquímica que habíamos desarrollado en el primer proyecto. El abatimiento de costos con este formato en dos etapas respecto a lo que se hacía antes era de un noventa por ciento, mucho más barato. Otra ventaja que tiene la técnica electroquímica, además de ser barata, es que se trata de una técnica descentralizable. Nosotros la controlábamos desde una ceibalita durante el curso, por ejemplo. Esto también genera una reducción de costos en el traslado de muestras.

Luego presentamos un tercer proyecto, mucho más desafiante, porque tenía como objetivo una transferencia tecnológica al Ministerio de Salud Pública. Postulamos nuevamente a la convocatoria de inclusión social de CSIC y nos financiaron.

 

¿Qué se proponían lograr exactamente con este tercer proyecto?

Existen una serie de reglamentaciones respecto al control y detección de plomo en lugares de trabajo, dispuestas por ley. Lo que nosotros le ofrecíamos al Ministerio de Salud Pública (MSP) en este tercer proyecto era el programa en dos etapas que habíamos diseñado, mucho más barato que las opciones que se manejaban hasta el momento, para que pudieran ejecutar esos controles a un bajo costo. Pero cuando estábamos en las etapas iniciales del proyecto llegó la pandemia, y además el cambio de gobierno implicó cambios en el Ministerio y la pérdida de nuestros contactos originales..

Después de la pandemia retomamos el contacto, se le dio continuidad al proyecto por parte de las nuevas autoridades y se diseñó un curso (financiado por el MSP) para capacitar a inspectores de todo el país en el uso de nuestras técnicas para detección de plomo en superficies. Están participando aproximadamente cincuenta personas del MSP, con todos los departamentos del Uruguay representados. Y se pudo hacer la transferencia tecnológica que nos habíamos propuesto: cuando termine el curso, estos cincuenta inspectores van a estar en condiciones de ir a un lugar de trabajo y analizar si tiene plomo a través del método rápido, dando cumplimiento a lo establecido por ley.

 

¿Y qué están pensando a futuro? ¿Cuáles son los próximos pasos en el tema?

Ahora estamos con la idea de hacer una técnica que sea más sencilla aún. Actualmente tenemos un escollo que es la inestabilidad del reactivo de la técnica, dura únicamente cuatro horas. Entonces estamos pensando en desarrollar una técnica con un reactivo que no sea inestable.

Andrés Ansin, integrante del equipo, está trabajando como tesis de maestría en el desarrollo de sensores de plomo a base de nanopartículas. La idea sería tener nuevos sensores, también por cambio de color, pero con la ventaja respecto a la técnica actual de que no es necesario un reactivo que es inestable.

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